La creación del mundo en la mitología japonesa

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Antecedentes de la mitología japonesa

La mitología japonesa tiene sus raíces en las antiguas creencias y tradiciones del pueblo japonés. A lo largo de los siglos, estas historias y leyendas han sido transmitidas de generación en generación, formando la base de la cosmovisión y la espiritualidad de Japón.

  • Origen en las creencias indígenas: La mitología japonesa se basa en gran medida en las creencias indígenas de los primeros habitantes de Japón. Estas creencias estaban fuertemente relacionadas con la naturaleza y los elementos, y buscaban explicar el origen y el significado de la vida.
  • Influencias externas: A lo largo de su historia, Japón ha tenido contactos con otras culturas y civilizaciones, como China y Corea, que han influido en su mitología.

    Estas influencias se pueden ver en la adopción de nuevos dioses y la incorporación de elementos de otras tradiciones.

  • Relación con la religión sintoísta: La mitología japonesa está estrechamente relacionada con la religión sintoísta, que es una de las principales religiones de Japón. El sintoísmo considera a los dioses como parte integral de la naturaleza y promueve el respeto y la veneración hacia ellos.

Los mitos y leyendas de la mitología japonesa han influido en todos los aspectos de la cultura japonesa, desde el arte y la literatura hasta las festividades y las prácticas religiosas.

Son una parte fundamental de la identidad cultural de Japón y continúan siendo estudiados y transmitidos en la actualidad.

El nacimiento del mundo celestial

Según el relato del Kojiki y el Nihonshoki, la historia de la creación del mundo comienza con una masa infinita y sin forma sumida en el silencio. Esta masa, conocida como “caos primordial”, representa el estado previo al surgimiento de cualquier elemento o entidad.

Una vez que la masa toma forma, experimenta una explosión que trae consigo el sonido y el movimiento de las partículas. La energía generada por esta explosión da origen a los primeros elementos del cosmos, siendo la luz el elemento más rápido y ascendente.

Es mediante esta luz que se forman las nubes, el cielo y, finalmente, el sol.

Mientras tanto, las partículas de materia más pesada se asientan para formar la tierra. Esta tierra inicial es un lugar de caos y desorden, sin una estructura definida ni un hábitat adecuado para la vida.

En este escenario, surge el mundo celestial, habitado por los primeros dioses de la creación, conocidos como Kamiyonanayo. Estos dioses se caracterizan por carecer de un sexo definido y ocultarse una vez que alcanzan la conciencia de su existencia.

Representan la fuerza y la energía primordiales del universo.

En este mundo celestial, nacen siete generaciones sucesivas de dioses y diosas, también conocidas colectivamente como Kamiyonanayo. Entre ellos se incluyen parejas de dioses que se casan y, de su unión, dan origen a las islas de Japón. Este evento marca el inicio de la creación del mundo terrenal.

La creación del mundo terrenal

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Una vez que el cielo y el sol se han manifestado en el plano celestial, las partículas de materia se asientan formando la tierra tal como la conocemos.

Este proceso de asentamiento de las partículas de materia es crucial para el surgimiento de las islas de Japón. Es en este momento que la tierra comienza a cobrar forma, dando lugar a la aparición del archipiélago japonés.

Así, el mundo terrenal se convierte en el hogar de la humanidad y de todas las criaturas que lo habitan.

En esta etapa de la creación del mundo terrenal, la naturaleza desempeña un papel fundamental en la configuración del paisaje. Montañas majestuosas se elevan, ríos serpentean a través de las tierras y los árboles se erigen como guardianes de la vida.

Cada elemento de la naturaleza tiene su propia deidad que lo personifica y lo protege.

Además de los elementos naturales, también aparecen dioses y diosas que personifican animales y fenómenos naturales. Estas divinidades encarnan la esencia y el poder de cada ser vivo y fenómeno del mundo terrenal, otorgándoles un estatus sagrado.

Todo el mundo terrenal es un lugar lleno de vida y misterio, donde cada elemento y criatura despierta la admiración y el respeto de sus habitantes. Es en este mundo que la humanidad encuentra su hogar, en armonía con la naturaleza y en conexión con los dioses que lo han creado.

  • La tierra se forma a partir de las partículas de materia que se asientan.
  • Surge el archipiélago japonés como resultado de este proceso.
  • La naturaleza moldea el paisaje con montañas, ríos y árboles.
  • Animales y fenómenos naturales también son personificados por dioses.
  • El mundo terrenal se convierte en el hogar de la humanidad y las criaturas.

Los primeros dioses de la creación

En la mitología japonesa, el relato de la creación nos revela la existencia de los primeros dioses de la creación.

Estos dioses, conocidos como Kamiyonanayo, surgen en el mundo celestial tras el nacimiento del cielo y el sol. Al contrario de los dioses posteriores, los Kamiyonanayo no poseen un sexo definido, lo que los diferencia y los hace únicos.

Una vez que los dioses alcanzan la conciencia, comienzan a manifestar una característica peculiar: el deseo de esconderse. Así, estos seres divinos adoptan el hábito de ocultarse y no mostrarse abiertamente, a diferencia de los dioses de generaciones posteriores.

Con el correr del tiempo, nacen siete generaciones consecutivas de dioses y diosas, que en conjunto conforman los Kamiyonanayo. Cada generación está compuesta por parejas de dioses que se casan y, a través de su unión, dan origen a las tierras y las islas de Japón. Esta sucesión de divinidades es crucial para la formación y construcción del universo japonés tal como lo conocemos en la actualidad.

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Los primeros dioses de la creación representan, de alguna manera, el principio y el fundamento de la existencia en la mitología japonesa. Su papel esencial en la formación del mundo terrenal y la configuración del archipiélago japonés los convierte en figuras de gran relevancia e importancia dentro del panteón de dioses y diosas en la mitología japonesa.

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La mitología japonesa, en su relato de la creación del mundo, también abarca la formación de diversos elementos naturales que son personificados como dioses y diosas. Estos seres divinos representan la vitalidad y la esencia de la naturaleza que rodea al archipiélago japonés.

Uno de los dioses más destacados en la creación de los elementos naturales es el dios de las montañas, conocido como Yama-no-kami. Se le atribuye la formación de majestuosas montañas que se elevan hacia el cielo, albergando la belleza y el misterio en su seno.

Asimismo, se celebra la figura del dios de los volcanes, llamado Kazan-bosatsu, responsable de la creación de los poderosos volcanes que han dado forma a la geografía del país a lo largo de los siglos.

Estos volcanes, con su actividad y ferocidad, representan la dualidad entre la vida y la muerte, así como la fuerza y poder que la naturaleza posee en su estado más primitivo.

Además, encontramos al dios de los ríos, conocido como Kawa-no-kami. Se le atribuye la formación de los ríos que serpentean a través de las tierras, llevando vida y fertilidad a su paso.

Estos cuerpos de agua son considerados como fuentes de vida para las comunidades que habitan sus riberas.

Otro elemento natural fundamental es el dios de los árboles, llamado Ki-no-kami. Se cree que este dios es el creador de los majestuosos bosques que cubren gran parte de Japón, proporcionando refugio a numerosas especies de fauna y flora.

Los árboles, además, son considerados como símbolos de resistencia y longevidad en la cultura japonesa.

Adicionalmente, se menciona al dios de los animales, llamado Kemono-no-kami, quien se encarga de la creación de la diversa fauna que habita el archipiélago japonés.

Desde los majestuosos ciervos que deambulan por los bosques hasta los enigmáticos zorros que se asocian a la magia y lo sobrenatural, cada criatura es considerada como una manifestación divina.

La muerte de Izanami y aparición de nuevos dioses

En la mitología japonesa, el relato de la creación del mundo alcanza un importante momento con la historia de la muerte de Izanami y el surgimiento de nuevos dioses.

Izanami, quien en vida fue la diosa de la creación, se encuentra en el inframundo después de su fallecimiento. Su esposo, Izanagi, decide emprender un viaje para rescatarla. Sin embargo, al encontrarse con Izanami en el inframundo, se da cuenta de que ella ha sufrido una transformación oscura y lúgubre.

En un intento desesperado por reunirse con su amada, Izanagi busca la forma de liberar a Izanami del inframundo. Sin embargo, al ver el aspecto cadavérico de su esposa, la diosa de la creación se enfurece y lanza una maldición sobre Izanagi, amenazando con matar mil personas al día.

Aterrado por la promesa de muerte que pende sobre él, Izanagi huye del inframundo y se sella la entrada con una gran piedra.

Después de escapar del inframundo, Izanagi se purifica en un río para eliminar cualquier rastro de su encuentro con Izanami.

De su cuerpo purificado, nacen una serie de dioses y diosas, cada uno representando distintos aspectos de la naturaleza y del mundo. Estos nuevos dioses son portadores de la vida y encarnan la renovación y la esperanza después de la oscuridad de la muerte.

Entre los dioses nacidos de Izanagi se encuentran Amaterasu, la diosa del sol, Tsukuyomi, el dios de la luna, y Susanoo, el dios de las tormentas. Cada uno de estos dioses tiene un papel fundamental en la formación del mundo tal como lo conocemos, gobernando sobre los diferentes elementos naturales y llevando a cabo importantes acciones que moldean la existencia.

La muerte de Izanami y el nacimiento de los nuevos dioses son un hito crucial en la mitología japonesa, marcando el inicio de una nueva era y el surgimiento de los seres divinos que darán forma al mundo.

Esta historia demuestra el poder transformador de la muerte y cómo de ella puede emerger una nueva vida y un orden renovado.

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